Los miércoles siempre son difíciles, muchas horas de trabajo, y estrés para ir con el tiempo justo de uno al otro... pero encontrarme con este regalo en día cualquiera sobre el sofá me ha hecho mucho más llevaderas las prisas de la tarde. Mi padre es así, no escribe a los reyes magos, por que es republicano hasta para eso, pero cuida los detalles del día a día y no deja de decirme cosas sutilmente.
La casualidad le llevó esta mañana este libro a sus manos... o sin darse cuenta lo buscó, después de que ayer habláramos de Labordeta y recordáramos su visita a nuestro amado Valle del Ambroz, orgullosos de la participación de mi tío abuelo con su gaita fabricada por él mismo sonando de fondo... tenemos que desempolvar aquel capítulo de "Un país en la mochila"... y los discos del aragonés.
La casualidad le llevó esta mañana este libro a sus manos... o sin darse cuenta lo buscó, después de que ayer habláramos de Labordeta y recordáramos su visita a nuestro amado Valle del Ambroz, orgullosos de la participación de mi tío abuelo con su gaita fabricada por él mismo sonando de fondo... tenemos que desempolvar aquel capítulo de "Un país en la mochila"... y los discos del aragonés.
Abro al azar... de nuevo la casualidad, página 315... versos cansados, perfectos para un amigo.
Cuando me siento lento y fatigado
y sobre mi corazón
crece la tarde del recuerdo
tomo la mecedora por asiento
y yendo para allá, viniendo suave,
me libero del ansia que me agobia
y veo como ante mí amanece
una nueva sensación de estar despierto.
A veces, junto a ella, la muevo suavemente
y me asemeja el mar
y la nostalgia de los juegos que quedaron
lejos allá en la infancia.
Cuando no estoy, no está;
desaparece. Y cuando vuelvo,
el aire solo de la puerta al abrirla,
la estremece. Es por esa emoción
de estar unidos.
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