Cada vez que a mi coche le toca visitar el taller pienso bien que disco dejar puesto. No soy yo la encargada de llevarlo al mecánico, me lo lleva él, y encima me deja el suyo que, aunque tiene una caja de cambios un poco diferente, y al ser tan grande me cuesta aparcarlo, me encanta... con sus bártulos, sus cintas tricolor colgando del retrovisor y un disco que, como él, sin decir, dice.
Que a las siete de la mañana te arranquen esa sonrisa y esas ganas de dar palmas no es cualquier cosa.
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