31 de mayo de 2012

Sueños sencillos en el Café de los Recuerdos

Qué difícil escribir de Ismael y no mezclarlo con mis cosas, intentar dejar de lado el cariño, pensar en voz alta y reconocer todo lo que me gusta y lo que no me gusta, sin resultar excesiva. Más cuando leo y escucho de su propia boca que se “googlea” y a veces, entre la hierba, una piedra, precisamente una piedra, le araña. 





Que desciendan sobre las miradas 
sueños sencillos. 
(Pablo Guerrero)


25/05/2012 - Ismael Serrano
Palacio de Congresos, Mérida

El plan era salir de trabajar puntual, coger el coche, emprender rumbo al sur y atravesar casi por completo mi Extremadura querida parando a comer en Cáceres, pero las cosas últimamente nunca son cómo planeo. La jornada se alargó más de lo esperado, y me entretuve pasando por casa a comprobar que todo quedaba en orden, así es que hice el viaje del tirón, salvo un pequeño repostaje de carburante para mi coche y aire para mis pulmones en mis adoradas tierras ambrozanas. 

Unas flores de jara en la entrada de la autovía me hacen sonreír pensando en la primavera tardía… el disco de Andrés Suárez suena una y otra vez, la carretera me resulta familiar y a penas pienso en el concierto. Ya en Mérida el GPS se empeña en enviarme por el mismo extraño camino que me dirigió en verano cuándo fui a ver Antígona al Festival de Teatro Clásico, termino por perderme entre callejuelas hasta dar con una floristera simpática que me orienta hasta el hotel. 

Estoy cansadísima y me quedo dormida hasta casi la hora del concierto. El día anterior estuve en otro concierto, cómo todos los jueves, y el sábado tengo otro… canción de autor en pequeño formato, esa que tantas alegrías me da, que se ha convertido en mi patria día a día… y a la que me acerqué en su día gracias a Ismael. 

Esta noche el Palacio de Congresos de Mérida se convertirá en el Café de los Recuerdos y veré eso que tantas veces he lamentado no vivir en su día, a Ismael en un bareto de escenario cercano en los que tener la suerte de encontrar a amigas y amigos que sienten la misma pasión que yo por la música y la poesía. 

La escenografía la conocía, me la describieron una semana atrás amigas que visitaron el bar… el discurso, el rótulo y una mesa con un par de sillas me parecerían más que suficientes para generar ambiente, será que estoy decrecentista, pero no entiendo la presencia de Beto, las luces y los accesorios… aunque algunos detalles me gustan… las sillas me recuerdan a las de Galileo, y las velas de la barra, que yo las repartiría por las mesas. Se me ocurre que Ismael podría aparecer en escena encendiendo esas velas, con la escoba no termino de verle… y ya que estoy, en mi concierto ideal, la primera canción no sería “Semana” (es más, no creo ni que estuviera en el set-list)… pero no se trata de lo que yo quería, sino de lo que fue. 

Foto: Lara Lozano


Diez de los treces temas del nuevo trabajo y muchos de los clásicos, con su guitarra (alguna que otra vez eléctrica y el charango en la animada “Te debo una canción”) la compañía protagonista del piano de Jacob Sureda, y la zanfona, el zistro, las percusiones y a veces la guitarra de Javier Bergia… triste (o melancólico) el aire que le da uno, y aisladas (o no demasiado empastadas) las intervenciones del otro. 


El nuevo disco me resulta desigual, y el concierto en cierto modo también me dio esa sensación, con vacios en los que era inevitable recordar las guitarras de Fredi. Me cuesta entrar en las canciones, estoy pendiente de todos los detalles y no aplaudo hasta la tercera canción. Los continuos gestos de Ismael hacia cierta zona de la primera fila tampoco ayudan. 
Me acerco a la treintena y me veo en “Ahora” y en “Vértigo”… me sorprende que “Vine del Norte” suene a jazz y “Sucede que a veces” acabe en una discoteca… y vuelvo a dispersarme, creo que no vendría mal un descanso a media función. 


Entre canción y canción nos cuenta (o lee) historias de bar. Bergia me recuerda enormemente a mí y mi “teoría de la ilusiones”... un manojo de sueños compartidos… pura esencia serrana. 
Brisa del Guadiana, y algo me remueve, me deja inquieta, conduzco sin rumbo y después paseo acelerada entre el Templo de Diana, la Alcazaba o el Arco de Trajano... me cuesta dormir… y hasta el día siguiente, de vuelta a casa, no consigo encontrar la calma en las pequeñas cosas, conduciendo por una nacional y con la ventanilla bajada, visitando a familiares, recogiendo frutos, cumpliendo sueños… y sin dejar de soñar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estuve allí. Me pareció una velada deliciosa. Repetiré.