Llevo más de un mes con un archivo de word pendiente en el escritorio titulado “Déjame Entrar”. Cómo siempre, lo urgente sin dejar paso a lo importante, cuándo no era el trabajo eran otros asuntos, y no encontraba el momento justo para sentarme a escribir del disco de César Rodríguez.
El viernes es la presentación en el Teatro Lara de Madrid, por lo que me cuentan y he podido ver en fotos, un sitio precioso, el escenario perfecto. Desde hace semanas está colgado el cartel de “no hay billetes” pero seré una de las afortunadas asistentes. Tengo las entradas desde hace meses, siempre tuve claro que tenía que estar, y aunque los acontecimientos de los últimos días me hicieron dudar todo ha ido bien (gracias en parte a la ilusión y las ganas por estar ahí) y finalmente podrá ser. Pero bueno, que eso es otra historia y hoy traigo el propósito de no mezclar demasiado música y vida.
Casi todas las escuchas del disco las he hecho en el coche en mis idas y venidas al trabajo. Algunas de ellas, cómo la de aquella mañana de miércoles, entre bosques de mil colores de otoño… todo un placer para los sentidos. Y fue esa mañana que me dio por comparar este primer trabajo de César con el sol de otoño, en tonos ocres.
Para alguien de gustos poco instrumentados y enamorada de los directos en la distancia corta, como yo, era de esperar que, pese a su tremendísima calidad, el disco me dejara en cierta manera templada.
Todo el disco está muy cuidado, estudiado el orden de los temas, y dividido en dos partes por la pieza instrumental (o de voces instrumentadas). Son muchos los detalles que destacaría, por ejemplo los violines de “En la sombra” o que en “La Clave”, una canción que nunca me ha simpatizado, lo que parece un metrónomo sea un pandero de Peñaparda, y la flauta y el violín le den aires de primavera; también el hang de “Verás como al final”. Todos ellos resultan acompañamientos perfectos para la voz de César, aunque por momentos me resulta metálica y con menos potencia de la que acostumbra en los directos, cosa que no ocurre en el que es para mi el tema del disco, “Hoy me senté”, sinceridad amiga de madrugada entre guitarras perfectamente aliñada otra vez con los violines de Míguez.
Admirable el enorme abanico de instrumentos que domina Iván "Finfano", resulta envolvente con la tinaja “En la sombra”, así como el piano de Alejandro Martínez en “Déjame entrar” (para mi, esta debería de haber sido el single, y no “Cortando Rosas”, claro que, creo que es la primera canción de él que escuché, y eso puede que marcara mi subconsciente) y el de Míguez en “La mejor forma de tener las cosas claras”, otra de mis preferidas, contundencia pura.
En “Echarte de menos” sucede algo que podría resumir lo que me pasa con casi todo el disco. Me parece estar escuchando versiones de los directos que conozco desde hace años, que la talentosa voz de César no tiene el mismo protagonismo que sobre el escenario a escasos metros y en algunos puntos no termina de casar con los arreglos. En esta canción las guitarras (tremendo Toledo), las percusiones, el bajo y, sobretodo, el tres cubano, consiguen el son, y no se si es así o es cosa mía, pero el fraseo va por otro lado y me resulta cortante por momentos.
Antonio de Pinto pinta “Colisión” de otro color, y se deja ver su buena mano barnizando y sacando lustre a todo el disco. Amplio abanico de registros y arreglos, tanto el uno como el otro beben de muchos estilos musicales y eso se nota. Aires eléctricos de “En esto me baso” y no se muy bien que en “Tira de mi”. Sinceramente no son muy para mi, yo soy más de guitarra a secas, claro que en esta segunda el cello me gana.
Es dificilísimo esto, repaso lo escrito y no he sido nada justa con mi parecer. Me gustan las caras sin maquillaje y la gente sin galas, con ropas de día a día, y a César Rodriguez no le van los trajes, es un tío sincero, como “Bienvenida”, una última pista de regalo, cotidianidad grabada en directo en el estudio.
Volviendo a aquel miércoles de octubre… aquel sol de otoño que parecía perder fuerza mientras las hojas caían, se hizo hueco y le dejé entrar… y cuando quise darme cuenta había calentado, justo ahí, donde más cuesta llegar, bien adentro.
“Déjame entrar” se puede comprar en: www.cesar-rodriguez.com y en Madrid en algunos puntos de venta (aquí).
En cuanto a los conciertos, atentos a la agenda, para el viernes no quedan entradas, pero pronto empezará a actuar en los locales del circuito madrileño y en otras ciudades, por ejemplo, el 11 de diciembre en El Savor (Salamanca).
El viernes es la presentación en el Teatro Lara de Madrid, por lo que me cuentan y he podido ver en fotos, un sitio precioso, el escenario perfecto. Desde hace semanas está colgado el cartel de “no hay billetes” pero seré una de las afortunadas asistentes. Tengo las entradas desde hace meses, siempre tuve claro que tenía que estar, y aunque los acontecimientos de los últimos días me hicieron dudar todo ha ido bien (gracias en parte a la ilusión y las ganas por estar ahí) y finalmente podrá ser. Pero bueno, que eso es otra historia y hoy traigo el propósito de no mezclar demasiado música y vida.
Casi todas las escuchas del disco las he hecho en el coche en mis idas y venidas al trabajo. Algunas de ellas, cómo la de aquella mañana de miércoles, entre bosques de mil colores de otoño… todo un placer para los sentidos. Y fue esa mañana que me dio por comparar este primer trabajo de César con el sol de otoño, en tonos ocres.
Para alguien de gustos poco instrumentados y enamorada de los directos en la distancia corta, como yo, era de esperar que, pese a su tremendísima calidad, el disco me dejara en cierta manera templada.
Todo el disco está muy cuidado, estudiado el orden de los temas, y dividido en dos partes por la pieza instrumental (o de voces instrumentadas). Son muchos los detalles que destacaría, por ejemplo los violines de “En la sombra” o que en “La Clave”, una canción que nunca me ha simpatizado, lo que parece un metrónomo sea un pandero de Peñaparda, y la flauta y el violín le den aires de primavera; también el hang de “Verás como al final”. Todos ellos resultan acompañamientos perfectos para la voz de César, aunque por momentos me resulta metálica y con menos potencia de la que acostumbra en los directos, cosa que no ocurre en el que es para mi el tema del disco, “Hoy me senté”, sinceridad amiga de madrugada entre guitarras perfectamente aliñada otra vez con los violines de Míguez.
Admirable el enorme abanico de instrumentos que domina Iván "Finfano", resulta envolvente con la tinaja “En la sombra”, así como el piano de Alejandro Martínez en “Déjame entrar” (para mi, esta debería de haber sido el single, y no “Cortando Rosas”, claro que, creo que es la primera canción de él que escuché, y eso puede que marcara mi subconsciente) y el de Míguez en “La mejor forma de tener las cosas claras”, otra de mis preferidas, contundencia pura.
En “Echarte de menos” sucede algo que podría resumir lo que me pasa con casi todo el disco. Me parece estar escuchando versiones de los directos que conozco desde hace años, que la talentosa voz de César no tiene el mismo protagonismo que sobre el escenario a escasos metros y en algunos puntos no termina de casar con los arreglos. En esta canción las guitarras (tremendo Toledo), las percusiones, el bajo y, sobretodo, el tres cubano, consiguen el son, y no se si es así o es cosa mía, pero el fraseo va por otro lado y me resulta cortante por momentos.
Antonio de Pinto pinta “Colisión” de otro color, y se deja ver su buena mano barnizando y sacando lustre a todo el disco. Amplio abanico de registros y arreglos, tanto el uno como el otro beben de muchos estilos musicales y eso se nota. Aires eléctricos de “En esto me baso” y no se muy bien que en “Tira de mi”. Sinceramente no son muy para mi, yo soy más de guitarra a secas, claro que en esta segunda el cello me gana.
Es dificilísimo esto, repaso lo escrito y no he sido nada justa con mi parecer. Me gustan las caras sin maquillaje y la gente sin galas, con ropas de día a día, y a César Rodriguez no le van los trajes, es un tío sincero, como “Bienvenida”, una última pista de regalo, cotidianidad grabada en directo en el estudio.
Volviendo a aquel miércoles de octubre… aquel sol de otoño que parecía perder fuerza mientras las hojas caían, se hizo hueco y le dejé entrar… y cuando quise darme cuenta había calentado, justo ahí, donde más cuesta llegar, bien adentro.
“Déjame entrar” se puede comprar en: www.cesar-rodriguez.com y en Madrid en algunos puntos de venta (aquí).
En cuanto a los conciertos, atentos a la agenda, para el viernes no quedan entradas, pero pronto empezará a actuar en los locales del circuito madrileño y en otras ciudades, por ejemplo, el 11 de diciembre en El Savor (Salamanca).
3 comentarios:
Estuve escuchándolo ayer... maravilloso. Que lo paséis fenomenal en la presentación.
Besos,
Vanessa
No dijiste nada de "con la cabeza agachada"! No sé por qué pero para mi resume el sentimiento que me produce la voz de César.
La verdad es que era difícil hacer hacer un disco de esas canciones que llevaban tantos años en los escenario. En líneas generales coincido contigo pero a mi, esta vez, la instrumentalización en general me ha encantado.
Qué ganas de disfrutar de la estrena el viernes! ...y, contigo! No será Garibaldi pero.... será espectacular! jajaja
Un abrazo giraluna, y no TE sueñes mucho
Seguro que has disfrutado mucho. Ya me cuentas! Un besito
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